1 de diciembre de 2014

Parte X

Me dio un beso en la mejilla y se fue...
Lo vi subir al ascensor, cerré la puerta y me desplomé en el sillón, sentí la presión de un elefante parado en mi pecho, había un dolor que me carcomía desde muy adentro. 
Lloré con bronca, odio, resentimiento, dolor por haberlo perdido, por no haber entendido las señales, por haber sido tan ilusa, por haber dejado que Federico entre e invada mi casa, mi cama, mi alma.
Con imagenes sueltas en mi cabeza, recorrí nuestro mes juntos en unos minutos, los dos fines de semana enteros en la cama amándonos, conociéndonos,  inmersos en una burbuja imposible de romper. Sus miradas, las caricias, la forma en que me besaba con urgencia los labios, como me recorría el cuello plantando besos suaves, mordiscos casi imperceptibles, como me tocaba, como ardía mi piel con un sólo roce suyo, el sonido de su risa que me derretía, su perfume, los almuerzos, las largas cenas, las películas, el cine, los restaurantes, cada esquina del centro de la ciudad tenía su nombre, las historias de los libros que me regaló tenían su nombre, los edificios, cada pieza de arquitectura tenía su nombre, mi corazón tenía escrito su nombre.
No me podía engañar, no era lo mismo que con Bruno, esa relación había sido mi capricho porque no funciono nunca. Esto, sin embargo, creía que funcionaba. Nos quemaba la ropa cuando estábamos juntos, nos faltaban horas para calmar la sed de las palabras no dichas cuando nos separábamos. Todo era intenso con Federico. Realmente era una voragine en mi vida que me tenía suspendida en el aire, me era imposible poner los pies sobre la tierra. 
Todo este mes era una ilusión, armada por mi imaginación macabra que no conocía límites ni fronteras. A él, no le pasaba nada. Me lo había dejado muy en claro cuando me dijo "no soy una persona que le gusten las relaciones, me gusta ir y venir cuando quiero sin dar explicaciones a nadie. Me gustas mucho, pero no te puedo dar mas que esto"
Me desconcentro por un zumbido que siento desde la mesa. Está sonando el celular. Es Gastón, miro la hora. Mierda! Hace quince minutos que ya tendría que estar en el estudio. Atiendo como puedo, y pido disculpas por el retraso.
Me voy al baño, me seco las lagrimas, me lavo la cara, me vuelvo a maquillar, busco los lentes de sol y me voy para el estudio.
A pesar del bronceado, estoy pálida, unas ojeras imposibles hacen sombra en en mis ojos hinchados y rojos, resaltan el verde, denotan cansancio, y el frío que tengo en el alma. El dolor de cabeza es ensordecedor.
Llego al estudio, con media hora de retraso, simulando una sonrisa, me sumerjo en el escritorio hasta la hora de irme. Todos preguntan si estoy bien, sonrío diciendo que si. Que sea la una, que sea la una, que sea la una es todo lo que puedo pensar.
Una y media estoy en casa, cuando veo la mesa con los restos del desayuno me vuelvo a desarmar, no puedo soportar mas el dolor de cabeza, tomo dos aspirinas, prendo el aire acondicionado de la pieza, me doy una ducha rápida y mando un mensaje a mamá para avisar que voy a dormir toda la tarde, que no me llame porque voy a desconectar el teléfono fijo y apagar el celular. 
El cuerpo no me aguanta mas, me meto desnuda en la cama, la ducha no me pudo sacar la mufa que arrastré todo el día. Las lágrimas caen solas, siento escalofríos en el cuerpo y el dolor en el pecho sigue ahí, inmutable, no hay llanto que lo aplaque. 
Me levanto cerca de las diez y media, supongo que en algún momento el cansancio ganó al llanto y me quedé dormida. Prendo la luz de la mesita de luz porque es la única luz que puede soportar en ese momento mi cabeza.
Enciendo el teléfono,  veo la llamada perdida de mamá, y varios mensajes de las chicas. A la única que escribo es a la vieja para decirle que estoy bien, algo apurada por salir. 
Apago la luz y en la oscuridad de la habitación vuelven los reproches, las imágenes de los dos, los olores, las palabras, el rechazo rotundo de anoche, la ilusión de nosotros que me jugó una mala pasada. Lo veo irse, salir por la puerta de casa y subir al ascensor, es una imagen nítida, vuelvo a sentir que se me destroza el corazón.
Me paso el fin de semana en cama, no tengo hambre, mi cuerpo no tiene fuerzas para nada, las lágrimas a estas alturas siguen cayendo por inercia, no las puedo controlar. No quiero hablar, ni ver a nadie. La tele está prendida pero no sé exactamente que están pasando, me golpean las imágenes de Federico saliendo del departamento una y otra vez, repitiendo  "creo que tendríamos que tomarnos un tiempo. Pensalo el finde, hace la tuya, y si tenés ganas de seguir como hasta ahora la venimos llevando pero mas relajado estaría perfecto". La forma en que se retrajo el jueves en la cama, mis ganas de estar con él, el mes que pasamos juntos. Es una secuencia interminable. Estaba buscando el punto donde empecé a malinterpretar las cosas, cuál fue el detalle que me perdí? Que fue lo que se me escapó entre los dedos y no lo pude ver, no lo pude advertir? Porqué no me protegí? Cómo puede ser que lo quiera tanto en tan poco tiempo? Porque me cautivo de la manera que nadie supo? Cómo carajo me lo voy a sacar de la cabeza si lo tengo incrustado en la piel?
Duermo, lloro y busco respuestas donde no las hay. El domingo al medio día como un pote de yogur con cereales y es todo lo que puedo mantener en el estómago por el resto del día.

El lunes me levanto como puedo, me duele el cuerpo entero me arrastro hasta el estudio, y me sigo arrastrando el resto del día, ni siquiera me alegra el haber conseguido la promoción de una materia. Vuelvo al departamento a las cinco de la tarde. Me acuesto en la cama. Lo extraño mas de lo que me gustaría, siguiendo un impulso elimino todo lo que tenga que ver con él. Es una pendejada lo sé, pero no soporto verlo conectado en el facebook, y que no me hable, no soporto verlo en el pin del BB, ni el whatsapp, no soporto los recuerdos de él. Trato de dormir, no puedo, trato de leer, no puedo. Ni me gasto es tratar de estudiar. Me quedo mirando el techo tratando de no pensar en nada, indudablemente pensando en una sóla cosa, Federico.

Me llama Eli a las ocho para avisarme que venía a dormir conmigo esa noche. Trate de disuadirla pero fue al pedo. Me digo, voy cerca de las once, cuando terminé de hacer la maqueta para el trabajo final en grupo, te gusté o no. Supe que con eso, estaba todo dicho. No me gustaba, quería estar sola, pero no tenía muchas opciones.
Me meto en la ducha, estoy cerca de una hora abajo del chorro de agua. Cuando salgo, después de ponerme el pijama, veo tres llamadas perdidas en el celular. Un número que termina en 665, no queda duda, es Federico. Vuelvo a eliminar todo registro de él. Me meto en la cama y lloro de nuevo, se me cierra el pecho, tengo ganas de pegar, patalear, romper algo, pero el cuerpo no me responde ni para levantar un brazo.
Diez y media me levanto, voy a la cocina, abro la heladera y me fijo que carajo tengo para comer. Pan lactal, jamón, y queso. Ok, cenaremos tostados entonces.
Me pongo a armar los sándwiches y suena el timbre, levanto el celular, que estaba sin sonido, de la mesada para mirar la hora y veo dos nuevas llamadas perdidas de Federico. Dudo antes de atender el timbre. Son las once menos diez, debe ser Eli.
Atiendo el portero con la misma voz ronca que tengo desde el viernes por el llanto y el cansancio acumulado.
-Quien es?
-Soy Fede Mia, abrime - sentía y casi podía ver como la tierra se me abría a los pies, se me disparó el corazón, no podía pensar, estaba en una especie de parálisis sin poder emitir palabra alguna.





1 comentario:

Cin; dijo...

De casualidad volví a entrar a mi blog y cuando ví que habías subido algo, casi que corrí a verlo! Gracias por estas historias, me costó acordarme y hoy hasta me suenan distintas.
Un beso y espero seguir leyendo!