No veía la hora de que se termine ese jueves tan de mierda.
La mañana había arrancado medio complicada en el estudio, uno de mis jefes se casa este sábado y anda tan alterado que se olvida donde deja los expedientes judiciales, tarea por supuesto, que me toca a mi remediar, sin mencionar que estábamos a diez de mes y fueron la mayoría de los clientes de los edificios que administramos a pagar las expensas correspondientes, sin antes reprochar hasta el último centavo de la boleta, yo contestando muy educadamente siempre, si señora/señor, pero fíjese que el gasto es utilizado para tal y cual cosa.
La tarde transcurrió sin prisa y sin pausa en las primeras horas de cursado. Lo peor fue tener que soportar después de las cuatro de la tarde a el único profesor que en cinco años de carrera consigue irritarme con sus comentarios tan poco felices. Doy gracias porque esa clase sólo dura dos horas. Fui feliz cuando dijo -bueno alumnos, eso es todo por hoy, los veo la semana que viene. Respire profundo cerré el cuaderno y salí corriendo de la clase, todavía tenía que ir al centro a comprar algo para el casamiento, todos los del estudio estábamos invitados y la verdad no tenía que ponerme.
Una hora y media después, cansada de caminar y revolver negocios sin encontrar nada, me topé, con la que hasta el momento, es mi librería preferida en esta ciudad que me acoge hace tanto. Es una mezcla entre libros nuevos y usados, con grandes canastos en el medio del local con libros de bolsillos a precios increíbles, mire el reloj y me dí cuenta que tenía media hora, manos a la obra me dije.
A penas entre, vi que había un tipo que se quedó mirándome, no habrá tenido mas de treinta años, pase al lado de él sin darle mucha importancia y fui directamente a consumirme en la sección de libros usados. Sólo sentir el olor tan particular de ese sector me dan ganas de ponerme un sillón ahí y quedarme a vivir unos días. Elegí "Colmillo Blanco", se acercaba el cumpleaños de mi Papá y sabía que si mandaba a arreglar la tapa iba a ser el regalo perfecto, al rato fui a los canastos, cada dos o tres meses cambian las promociones, la de este mes era tres libros (todos usados) por treinta pesos, repasé de a poco los títulos, hasta que encontré uno de García Marquez que no estaba en el mejor de los estados, pero todavía se dejaba manipular, encontré otro que me llamó la atención el título y cuando estaba buscando el tercero, siento que alguien me estaba mirando, levanto la vista y era el mismo que me miraba cuando entraba.
-Podría estar todo el día buscando libros murmuró, lo mire, le di una sonrisa algo tímida y seguí perdida en mi búsqueda -Buenas elecciones las tuyas insistió y esta vez captó mi atención, lo analice en dos segundos, le volvi a sonreir, pero no sabía que decirle, era alto, morocho, tez blanca, barba de no-me-afeito-hace-unos-días, unos ojos verdes espectaculares, camisa celeste muy clara y jeans, en un brazo unos libros y en el otro unos tubos finitos, parecidos a esos que usan los arquitectos para sus planos, cómo se llaman esos tubos me quede pensando mientras me hacía la que seguía prestando atención a los libros.
-Venís de la facu? me preguntó haciendo un gesto con la cabeza señalando la carpeta enorme que estaba sosteniendo.
-Si, le contesto con voz firme y algo seca.
-Ah, mira vos... me dice y agacha la cabeza.
La situación me estaba incomodando, que quería este tipo?. Encontré el tercer libro y me estaba alejando de los canastos cuando lo siento atrás mio.
-Discúlpame, no te quiero molestar, pero te gustaría ir a tomar un café? Hay un bar acá a la vuelta que esta bueno.
Lo miro con la boca casi abierta, mi yo racional no podía creer la caradures de este tipo! Es que ahora está de moda andar de levante por las librerías?, mientras que el ángel endemoniado que tengo adentro se reía y me decía no seas hipócrita que te encanta este tipo, se te cayó la bombacha a penas lo viste bien!
-No - le digo tratando de esconder cualquier tono que podía llegar a ser sugerente de mi parte- estoy apurada.
Me sonríe - Me podés decir tu nombre por lo menos? Yo soy Federico Mazzal.
Abro un poco mas los ojos sin contestarle nada por unos segundos y creo que se da cuenta de mi incomodidad, entonces la remata en un tono de voz que reflejaba diversión total, a expensas de mi cara supongo - Probablemente si ahora estuviéramos en un boliche ya estarías tomando un trago conmigo.
Y me dí cuenta, no sólo es caradura, sino también tiene un ego que me encantaría bajarlo de un ondazo.
Me rio sarcásticamente - Pero no estamos en un boliche, esto es una librería- alzo el dedo y hago un círculo como diciendo mira a tu alrededor- Y, no estés tan seguro que estaría tomando algo con vos.
Doy un paso adelante.
-Por qué no? suelta
-Porque no - le contesto sin mas pero es imposible ocultar mi humor en esta situación tan fuera de lo común.
-Bueno, sólo te pido tu nombre, te juro que no soy un acosador, ni un loco suelto. Me intriga saber tu nombre desde que cruzaste la puerta.
-Mía Parmiggiani- lo digo y me doy cuenta que metí la pata.
-Un placer Mia- me dice.
Sigo caminando, llego a la caja, el está atrás mio, miro el reloj otra vez, llego justo a la última clase de spinning pienso. Pago y me voy sin mirar atrás.
Que tipo raro pienso mientras me volvía a casa, mi yo racional me incitaba a mirar al costado una vez por cada cuadra para ver que no me esté siguiendo, mi ángel endemoniado me decía tenes que dejar la ciencia ficción de la televisión, el tipo estaba buenísimo no? Comentario que, mi yo racional sabiamente suprimió.
Llegué al departamento, tire la bolsa de los libros, me cambie y me fui al gimnasio.
Una hora después, terminada la clase de spinning con el cuerpo agotado, pasé por el chino sabiendo que en casa no tenía nada para comer. Saqué el BlackBerry del bolsillo del buzo y llame a Mamá y Papá para ver cómo andaban, siendo hija única la decisión de venir a estudiar tan lejos de mis pagos nos costó a los tres y la llamada diaria antes de dormir es nuestra forma de mantenernos cerca. Compré una ensalada de hojas verdes, pan y un yogur para el desayuno del otro día, estaba por pagar y no me pude resistir a los chocolates que estaban al lado de la caja, busqué el almendrado y lo sume a la lista.
La charla con Mamá fue corta, cuando corté el celular me mostraba un par de notificaciones del facebook, whatsapp y el bbm, esperar hasta llegar a casa para ver todo.
Prendí la tele y la compu, a la ensalada le puse una lata de atún y me senté a comer en el sillón.
Cuando abro el facebook casi me atraganto con un pedazo de lechuga. Federico Mazal me pedía autorización de amistad, y lo peor es que teníamos siete amigos en común.
Me fije primero en los amigos en común, los chicos del estudio, quería que me tragara la tierra en ese preciso momento, chequee su perfil, fotos de él, solo, con la familia, con los amigos, de viaje, con unos planos. Cada foto que pasaba iba abriendo mas lo ojos, -por diorrr, esta demasiado bueno! grite mas alto que la tele y la música.
Apagué la compu y seguí comiendo tratando de olvidarme de esa solicitud...
2 comentarios:
acepta!°°
vamos, vamos, que ya sabemos que hay fuego acá!
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